Desde sus inicios como fiscal adjunta en el distrito del Condado de Alameda, California, en 1990, Kamala Harris se ha dedicado a hacer historia de forma constante. Ya en 2003, derrotó a Terence Hallinan, titular de dos mandatos, en una reñidísima carrera por la fiscalía del distrito de San Francisco. Tras ello, su importancia como uno de los fuertes del partido demócrata fue creciente junto a las polémicas ocasionadas por sus opiniones en contra de la pena de muerte o sus políticas feministas.
La carrera de Kamala Harris no ha dejado de subir desde entonces, siendo ayer mismo dos de sus libros y dos que la tienen como protagonista, cuatro del top 10 de libros más vendidos en Amazon. Aunque la decisión de Biden de tenerla como vicepresidenta ha sido considerada por muchos como una estrategia de campaña, al romper con una de las barreras más significativas para las mujeres en Estados Unidos, Kamala ya se ha alzado como una de las políticas más populares de los últimos años.
Incluso la elección de vestuario de Kamala Harris para la celebración de la victoria de Joe Biden, vestida completamente de blanco como las sufragistas de hace 100 años, se convirtió en uno de los temas más hablado de la jornada. Son este tipo de reivindicaciones, plagando cada uno de sus movimientos de mensajes, los que dice haber aprendido de sus padres, quienes se conocieron en diferentes movimientos por la lucha de los derechos de las personas extranjeras en Estados Unidos, siendo su padre originario de Jamaica y su madre de India.
“Soy la primera pero no la última”
Si algo ha caracterizado la carrera de Kamala, ha sido el abrir la puerta a las mujeres a puestas anteriormente solo ocupados por hombres, como la fiscalía de San Francisco y California y ahora la vicepresidencia del país, habiendo sido también la primera mujer negra en la Cámara Alta.
“Aunque pueda ser la primera mujer en ocupar este cargo, no seré la última. Porque todas las niñas pequeñas que hoy están viendo esto pueden ver que este es un país de posibilidades”, declaró Kamala Harris, produciendo una oleada de fotografías de niñas afroamericanas con camisetas en las que se podía leer “Mi vicepresidenta es como yo”, compartidas en masa por sus orgullosas madres, hoy sí, con algo más de esperanza en su país.
